Simbiosis: Turismo – Educación Ambiental

Frente a los actuales procesos de transformación, tanto sociales, económicos como políticos, y ante la necesidad de plantear algunos lineamientos y trabajar en la construcción de un nuevo modelo de desarrollo humano, surgen repetidamente las voces de quienes proponen la sustentabilidad como una de las necesidades de un sistema complejo y finito.

Los actuales modelos de desarrollo tanto para países ricos como pobres, aún están demasiado alejados de aquella definición sobre Desarrollo Sustentable que postula el alcance de los objetivos tradicionales del desarrollo (bienestar social y aumento de la productividad económica) a partir de la adopción de criterios de sustentabilidad ecológica en el uso de los recursos a largo plazo.

No obstante desde diferentes sectores y a través de múltiples canales, el desarrollo sustentable, como concepción teórica, se proyecta en la practica cotidiana. Hay elementos que ponen en funcionamiento el engranaje de un reloj en donde se ha incorporado una mirada a largo plazo.

En tal sentido los debates en torno al desarrollo sustentable no están concluidos, desde su concepción hasta su implementación parece ser demasiado ambicioso, difícil de implementar frente al actual modelo y en cierta forma, “demasiado costoso” para los países pobres.

Si bien no hay acuerdos generales en la implementación de un modelo global de desarrollo sustentable, sus principios, que buscan en términos generales satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer el derecho de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades (Informe Brundtland), han inspirado los objetivos de políticas concretas efectivizadas en el territorio y la sociedad y que mejoran el sistema regional, local o puntualmente la gestión empresarial.

En este encuadre se plantea la relación simbiótica entre turismo y educación ambiental. En el primer caso esta actividad, que ha adquirido notable auge en algunos países o regiones, debe plantearse algunos de sus objetivos, considerando además que las tendencias indican una importancia relativa cada vez mayor como sector económico en el Producto Bruto Interno de muchos países.

Basada, como actividad de servicios, en la oferta material e inmaterial de recursos físicos y humanos, debe encontrar un punto de equilibrio, con una demanda de experiencias, vivencias y emociones que exige mayor calidad, no solo de servicios, sino también ambiental.

Quienes se vinculan a esta actividad deben reconocer que el turismo no es “inofensivo”, puede transformar o degradar tanto los espacios naturales como las sociedades donde se establece y en donde se privilegian los criterios de rentabilidad en el corto plazo.

Esto resulta en una externalidad negativa, cuyo costo implica enormes esfuerzos económicos, sociales y políticos, que en ocasiones pueden ser irremediables.

No obstante, se reconoce al turismo como una fuente de empleo, una actividad que revaloriza los recursos endógenos (folklóricos, gastronómicos, naturales, etc.), y que además de ser útil en un proceso de reconversión productiva puede planificarse a partir de objetivos sustentables y contribuir con esto a revertir los problemas de degradación socioeconómica y/o natural, o directamente iniciar un desarrollo integral armónico.

Este desafío lo tiene, no solo como actividad económica, involucrando a todos aquellos que trabajan en el sector (más allá de la jerarquía), sino como “hecho social” en el que turista y residente intercambian experiencias y de esta interrelación resulta un aprendizaje. Por lo tanto el turismo encuentra un camino para acercarse a la educación ambiental no formal y a través de ella acerca los principios del desarrollo sustentable, tanto a quienes ofrecen servicios turísticos, como a quienes lo demandan.

Aquí se articula el segundo elemento de esta propuesta, la educación ambiental considerada una de las claves para que el desarrollo sustentable sea posible, a partir de un cambio de conciencia. Podemos decir que la educación ambiental (formal y no formal) es por sobre todas las cosas una educación para la acción, desde una aproximación global e interdisciplinar, facilitando así un mejor conocimiento de los procesos ecológicos, económicos, sociales y culturales.

La educación ambiental debe fomentar el cambio social a partir del desarrollo de valores, actitudes y habilidades para asumir una responsabilidad ambiental, siendo así una herramienta para mejorar las relaciones de los seres humanos con su medio, y por lo tanto incide en la prevención y resolución de problemas ambientales.

Una sociedad educada en la sustentabilidad actuara para tal fin, tendrá lideres que así lo proyecten y demandara políticas en tal sentido, por lo que es la garantía del desarrollo sustentable. Cualquiera sea la forma en que se instrumenta la educación ambiental es un paso más en la toma de conciencia hacia un modelo más equitativo.

Por eso tanto desde su vertiente formal como no formal se encuentra en la permanente búsqueda de herramientas para llevar a cabo su objetivo general que es educar en el enfoque ambiental favoreciendo una conciencia ambiental en cualquier ámbito humano, para generar una preocupación que se transforme en un compromiso para hacer algo por el ambiente, demandando así una acción, tanto individual como colectiva, en cualquier escala.

La pregunta sería entonces ¿es posible desde el turismo contribuir a la implementación de los principios de la educación para un desarrollo sustentable? Tal vez sí:

… en la medida en que alguien que trabaje en alguna actividad vinculada al turismo, asuma los principios del desarrollo sustentable, y de la educación ambiental, y con el carácter informal de la misma, intente traducir estos en la transmisión de ciertos valores y principios, directa o indirectamente (folletería, señalización, eventos, etc.) dentro de su servicio, y que van más allá de la propia gestión ambiental de su empresa.

… en la medida en que alguien interesado por la educación ambiental descubra elementos del turismo que le permitan generar experiencias, circuitos, rescatar valores y promover ciertos criterios de responsabilidad al futuro turista, al gestor u operador turístico o simplemente a sus “alumnos”.

El turismo, como actividad en si misma y como generadora de experiencias de “conocimiento”, de valoración e intercambio tiene en la educación ambiental elementos para su formulación y proyección. También desde la propia educación ambiental, la relación con actividades cada vez más dinámicas y concretas, le permite dejar a un lado su esfera teórico-propositiva y proyectarse a la realidad.

Por lo expresado, la propuesta puede ser iniciada desde cualquiera de los dos campos de acción (desde los profesionales del turismo hacia la educación ambiental o desde los educadores ambientales hacia el turismo), pero fundamentalmente para todos aquellos que piensen y estén convencidos que el desarrollo sustentable ofrece elementos aplicables, económicamente posibles, socialmente viables y en equilibrio con la naturaleza.

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